El papa Francisco ha aceptado este martes la renuncia del obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San Salvador, el cardenal Gregorio Rosa Chávez. La mano derecha de Óscar Arnulfo Romero pasará a la historia como el primer purpurado de El Salvador y como el primer prelado no titular en obtener una birreta cardenalicia.

Un mes después de cumplir los 80 años, el Pontífice da descanso a Rosa Chávez, que presentó su renuncia, tal y como manda el Código de Derecho Canónico, a los 75. El Cardenal cumplió 80 años el 3 de septiembre.

Sin embargo, pocos meses antes había sido creado cardenal por Jorge Mario Bergoglio, por lo que la decisión de aceptar su renuncia se ha dilatado en el tiempo.

Cada vez que tiene oportunidad, el cardenal salvadoreño repite que “es monseñor Romero quien merecía el cardenalato”, y que lo recibía “en su nombre”. La realidad es que fue creado el mismo año del centenario del nacimiento del beato salvadoreño y ha sido uno de los impulsores de su proceso de beatificación.

El Papa Francisco en el consistorio del 28 de junio de 2017, del Título del Santísimo Sacramento en Tor de ‘Schiavi lo nombró Cardenal. El evento no ocurre desde 1935, en donde un obispo auxiliar no había sido creado cardenalicio: la última vez fue de hecho por decisión del Papa Pío XI que asignó la púrpura a Alfred-Henri-Marie Baudrillat, auxiliar de París.

El purpurado es considerado un embajador de la paz, incluso más allá de las fronteras del país y de América Latina, un defensor de los pobres y los jóvenes y un mediador en los conflictos. En repetidas ocasiones denunció la violencia y la brutalidad y pidió conversaciones de paz entre el gobierno y las pandillas. Acusó a Europa de una política de refugiados fallida.

Un cardenal es el más alto dignatario católico después del Papa. La palabra «cardenal» deriva de la palabra latina «cardo» (bisagra de la puerta). El Colegio Cardenalicio es el principal órgano consultivo del Papa. También tiene la tarea de asegurar la elección papal. El Papa nombra libremente a los cardenales.

Los jefes de todas las congregaciones romanas, así como los jefes de otras importantes autoridades curiales, son nombrados cardenales. Además, la dignidad se atribuye tradicionalmente a diócesis grandes e importantes. En Alemania, Colonia y Munich son sedes cardinales tradicionales.